20.10.08

África. Guerra y hambrunas provocadas: un mal de nuestro tiempo

Por Mabel González Bustelo

. La creciente interrelación entre guerras y hambrunas se materializa en el carácter de las emergencias complejas, que combinan guerra civil, hambruna, desplazamientos masivos y quiebra del Estado. Aunque estos conflictos pueden verse justificados por factores étnicos, religiosos o culturales, su caldo de cultivo es la crisis económica, los programas de ajuste estructural y la degradación ecológica, que hace disminuir la disponibilidad de recursos naturales. Se trata, por tanto, de emergencias causadas por el hombre con objetivos políticos, económicos o sociales, y suponen que, al tiempo que unos se empobrecen, otros salen beneficiados con la situación.
No comprender estas dinámicas, muy diferentes de las catástrofes medioambientales, lleva a que la ayuda internacional no pueda atajar estas situaciones e incluso, pueda agravarlas. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha denunciado los escasos progresos realizados en la lucha contra el hambre desde 1996, fecha de la última Cumbre Mundial sobre la Alimentación, y ha reclamado a los Gobiernos un mayor compromiso político para erradicar el hambre y la desnutrición crónicas. Esta organización afirma que es posible ganarle la batalla al hambre, en un mundo donde la escasez de alimentos en algunas zonas y la abundancia de abastecimientos en otras coexisten con avanzadísimos medios de comunicación y de transporte y demuestran que el problema del hambre está más ligado a las desigualdades y el sistema de relaciones establecido entre las naciones que a causas naturales.
La FAO ha exigido a los países desarrollados que abran sus mercados, especialmente a las exportaciones agrícolas de los países en vías de desarrollo. Éste es un objetivo que debería ser de interés para todos los países porque "el hambre y la privación extrema pueden amenazar la paz y la seguridad". Los conflictos locales originados por los escasos recursos pueden desembocar en conflictos regionales y llevar a la desestabilización de grandes áreas geográficas.
Precisamente, en sus últimas previsiones sobre seguridad alimentaria la FAO ha anunciado unas perspectivas desfavorables para África Subsahariana en el año 2001, donde 16 países se enfrentan a emergencias alimentarias excepcionales debido a la climatología desfavorable y a los conflictos armados. Las guerras civiles que sufren Angola, Burundi, Ruanda, República Democrática del Congo, Liberia, Sierra Leona y Sudán han provocado graves consecuencias humanitarias y siguen entorpeciendo la producción de alimentos, condenando a su población al desplazamiento forzado y la miseria.
El Programa Mundial de Alimentos ha coincidido con estas estimaciones y afirma que cerca de un millón de personas se enfrenta al peligro de hambruna en la región africana de los Grandes Lagos, como consecuencia de la sequía y los desplazamientos masivos forzados por las guerras. Según las agencias de ayuda, otras 600.000 personas necesitan urgentemente ayuda alimentaria en muchas zonas de Sudán, debido a la sequía y la inseguridad general derivada de la guerra, que impide cultivar las tierras y obliga a un gran número de campesinos a huir hacia los arrabales de las grandes ciudades. La influencia del clima es limitada a la hora de generar hambre crónica y hambrunas. Los progresos en la agricultura, el agua potable y la medicina permitirían dar de comer a todos los habitantes de la tierra. La mayor parte de ellas de las hambrunas son, hoy en día, meticulosamente programadas y se han convertido en un arma derivada del cálculo político, que se utiliza para conquistar o retener el poder, como arma bélica y de reconocimiento político.
Se las suele calificar de hambrunas "clásicas" a aquellas que se crean para eliminar a los pueblos "molestos" -como las estrategias dirigidas contra los pueblos rebeldes del sur de Sudán o contra las minorías en Myanmar- y que se proponen eliminar a quienes representan un obstáculo en la conquista absoluta del poder. Otra estrategia, más reciente, son las hambrunas "de exhibición", en las que un Gobierno deja morir de hambre a su propio pueblo -o incluso lo provoca, destruyendo las cosechas y las infraestructuras del mundo rural- para generar la compasión y la llegada masiva de ayuda internacional que, posteriormente, es desviada para financiar los esfuerzos bélicos y alimentar a los combatientes. Se trata de hambrunas fabricadas y manipuladas donde grupos y movimientos que han perdido sus antiguos apoyos geopolíticos consiguen, mediante la manipulación de la ayuda, medios para proseguir su lucha. El arquetipo de este tipo de hambruna es la que sufrió el año pasado parte de la población etíope, y que pretendía asegurarse ayuda internacional, controlar una comarca con tendencias secesionistas y mayoría de población somalí (Ogadén) y unir a la población en una causa común a pocas semanas de las elecciones
Otros dos factores que influyen en la generación de hambrunas son, por un lado, la existencia de Gobiernos "cegados por las ideologías" que son incapaces o no tienen interés en alimentar a su población, como Corea del Norte o Afganistán; y los desequilibrios comerciales entre el Norte y el Sur, la disminución de las reservas de grano y la extrema dependencia del Sur con respecto a las exportaciones alimentarias, controladas y reguladas desde el Norte.

En los conflictos armados actuales son los civiles la primera y principal víctima, no sólo debido a los efectos de las armas (en su mayor parte armas ligeras) sino a la desestructuración económica y social provocada por la guerra, en medio de la cual las personas pierden la capacidad de asegurar sus necesidades básicas, incluyendo la alimentación. el hambre sigue siendo un fenómeno extendido se debe a que se ha convertido en un arma, que utilizan tanto Gobiernos como grupos armados insurgentes para conquistar tierras y recursos y eliminar a las poblaciones molestas u opositoras. En medio de un conflicto violento, el acceso y control de los recursos se convierte en fundamental para mantener el poder. Los ataques a los sistemas alimentarios son un elemento más de este proceso, por el que se desintegran los mecanismos tradicionales de abastecimiento, se destruyen los medios de producción, se acosa a la población rural y se obliga a comunidades enteras a huir y refugiarse en campos en los que quedan completamente a expensas de la ayuda internacional.
En este proceso de transferencia de recursos es fundamental un instrumento: la despoblación forzosa de determinadas zonas para acceder a los recursos de los desplazados, sean estos recursos naturales (tierra, minerales o petróleo), la compra a precio de saldo de sus propiedades, su explotación como mano de obra barata y el control de la ayuda que se les envía.

Estos y otros autores denuncian que el fracaso de la mayoría de las intervenciones internacionales se debe precisamente al desconocimiento de los factores subyacentes en estos conflictos y emergencias. La prioridad debería ser la protección de las estrategias de afrontamiento que ponen en marcha las comunidades vulnerables y frenar los mecanismos de transferencia de recursos, además de poner en marcha medidas para que la ayuda no contribuya a perpetuar las emergencias y fortalecer a los poderosos. Abordar las hambrunas provocadas como graves violaciones de los derechos humanos sería el primer paso, superando su concepción como fenómenos inevitables, al igual que potenciar mecanismos para que la ayuda humanitaria contribuya a la disminución de los conflictos.

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